¿Escuchaste el llanto? La Llorona acecha tu Uber nocturno… ¡No mires atrás!

En los semáforos eternos de Paseo de la Reforma o en el tráfico de Insurgentes, muchos capitalinos aseguran haber escuchado un susurro: “¡Ay mis hijos!”. Esa voz no proviene de los altavoces del auto ni del filtro de TikTok; dicen que es la de La Llorona, la mítica mujer que alguna vez lloró por sus hijos a orillas del lago de Texcoco y que hoy ronda los asientos traseros de los Ubers nocturnos.

La leyenda que nunca se apaga

La Llorona es una de las figuras más antiguas del imaginario mexicano. Nació en tiempos prehispánicos y fue transformándose durante la Colonia hasta convertirse en símbolo de duelo, culpa y advertencia. Su grito —mitad lamento, mitad eco— se asocia con la diosa Cihuacóatl, protectora materna del valle de México. En pleno 2025, esta figura parece haber migrado del río al algoritmo, de las chinampas al feed.

La nueva versión urbana

En colonias como Polanco, Condesa o la Roma, conductores de plataformas de transporte cuentan historias parecidas: pasajeros que se sientan y desaparecen, llantos escuchados a través de los audífonos o vaho en las ventanas que dibuja siluetas humanas. En redes sociales circulan videos con etiquetas como #LloronaRide o #AyMisHijosChallenge, donde jóvenes recrean la escena con filtros de realidad aumentada, entre sustos y risas nerviosas.

Del mito colonial al ride moderno

La historia se ha adaptado a la ciudad que nunca duerme. Hoy, la “mujer de blanco” no camina por ríos, sino que viaja por las rutas de movilidad urbana. Hay quien asegura que se manifiesta pidiendo direcciones equivocadas o que aparece en la pantalla de un chofer justo antes de tomar una calle desierta. Lo que antes fue relato oral contado en vecindades, ahora es un fenómeno viral que mezcla miedo y curiosidad colectiva.

El fenómeno digital

Los especialistas en cultura popular explican que la leyenda ha sobrevivido porque se reinventa con cada generación. Para millennials y centennials, el terror se filtra por los dispositivos: los videos cortos, los audios distorsionados y los mensajes anónimos amplifican el mito. Lo que era una historia para espantar niños, ahora es contenido compartido millones de veces, convirtiendo el espanto en entretenimiento.

Testimonios que inquietan

Algunos taxistas cuentan que han sentido cambios de temperatura o han escuchado sollozos en los túneles de Viaducto o Río San Joaquín. Otros relatan que al mirar por el espejo retrovisor vieron una figura blanca sentada en el asiento trasero. Ninguno logró probarlo, pero el relato se repite con exactitud inquietante. En los barrios viejos de la ciudad, todavía se dice que quien escucha el llanto a medianoche debe rezar… o acelerar.

Entre la fe y el miedo

La Llorona no solo provoca sustos: también funciona como espejo cultural. Representa la culpa, la pérdida y la memoria del agua en una ciudad construida sobre lagos desaparecidos. Quizá por eso su lamento resuena en avenidas que fueron cauces: en el eco de los cláxones y las sirenas, su voz se mezcla con la del tráfico cotidiano.

Una advertencia moderna

Más allá del mito, las autoridades recomiendan precaución al usar aplicaciones de movilidad durante la noche: compartir la ubicación en tiempo real, verificar la identidad del conductor y evitar trayectos poco iluminados. La leyenda sirve como recordatorio de que, en la oscuridad de la ciudad, el verdadero peligro puede no venir del más allá, sino de lo muy real.

Un reflejo en la ventana

La mujer que lloraba por sus hijos ya no espera junto al río; ahora viaja con los pasajeros que regresan tarde a casa. Puede esconderse en el reflejo del cristal o en el sonido de una notificación. Y cuando el motor se apaga y el silencio llena el auto, algunos dicen que todavía se escucha su voz, suave, temblorosa, imposible de olvidar:
“¡Ay mis hijos!”

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